domingo, 29 de enero de 2012

Nada te turbe

Nada te turbe,
nada te espante,
Todo se pasa.

Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta.

Sólo Dios basta.

Santa Teresa de Jesús

lunes, 9 de enero de 2012

Aférrate

Aférrate a la fe, porque es la fuente de la creencia de que todo es posible. Es la fibra y es la fortaleza de un alma confiada.
Aférrate a la esperanza, porque destierra la duda y da lugar a actitudes positivas y alegres.
Aférrate a la confianza, porque se encuentra en el corazón de las relaciones fructíferas que son seguras y satisfechas.
Aférrate al amor, porque es el don más preciado de la vida, porque es generoso, se preocupa y da significado a la vida.
Aférrate a la familia y a los amigos, porque son las personas más importantes en tu vida y porque hacen del mundo un lugar mejor.
Ellos son la vida que ha crecido con el tiempo para ayudarte a seguir tu camino y permanecer siempre cerca de ti.
Aférrate a todo lo que eres y a todo lo que has aprendido, porque esto es lo que te convierte en un ser singular.
No menosprecies lo que sientes y lo que crees que es bueno e importante, tu corazón te habla con más fuerza que tu mente.
Aférrate a tus sueños, alcánzalos de manera diligente y honrada. No tomes nunca el camino fácil ni te rindas ante el engaño.
Recuerda a otros en tu camino y dedica tiempo para atender sus necesidades.
Disfruta de la belleza que te rodea. Ten valor para ver las cosas de manera diferente y más clara.
Haz del mundo un lugar mejor día a día y no te olvides de las cosas importantes que dan significado a tu vida.

Anónimo.

miércoles, 4 de enero de 2012

La Ofrenda del cuarto Rey Mago

Los tres Reyes Magos eran en realidad cuatro. Este último, Artabán, se retrasó en el camino por atender a un pordiosero, y perdió a la caravana.
Cuando llegó a Belén para ofrecer sus dones: un zafiro, un rubí y una perla -era toda una fortuna- el Niño ya no estaba, sus padres se lo habían llevado a Egipto, según le informaron, por temor a Herodes.
Así que el Mago decidió proseguir su viaje a este país, con la esperanza de hallarlo.
Búsqueda inútil.
Peregrinó años por el lugar -¿tal vez quince?- sin resultado alguno.
Pero entre tanto fue perdiendo sus recursos. Entre ellos se le fueron sus dos preciosas piedras: el zafiro y el rubí. Aunque no los había gastado en su propio bienestar, sino en socorrer a los desdichados que hallaba en su camino.
Un santo rabino le indicó que fuera a Jerusalén: las Escrituras decían que ahí sería proclamado rey, el Mesías.
Otra vez en camino, y otra vez la imposibilidad de llegar. Cuando estaba a menos de un día, salieron a su encuentro unos leprosos llevando a un muchacho medio muerto. El Mago-médico corrió a socorrerlo y acabó yendo con el grupo a la colonia. Era una pocilga infecciosa.
Artabán les enseñó a tomar fundamentales medidas higiénicas, a buscar agua, técnicas para labrar tierras arenosas, además los curaba periódicamente... Esta labor le llevó años. La colonia se convirtió en un oasis.
Era más de los que podían soportar sus vecinos que terminaron quemándoles las cosechas
Artabán acusó el impacto, no tenía fuerzas para volver a empezar, ni medios: su perla la había vendido para ayudarlos.
Decidió llegar a Jerusalén para ver aunque sea antes de morir a su Rey de Reyes. Se marchó pues del grupo y emprendió su última peregrinación.
Y vió al Mesías, pero no lleno de resplandor y poder, sinó crucificado y coronado de espinas y con un cartel que decía: "Rey de los judíos".
Pensó que era un fracaso como él.
-Señor, llegué tarde... nada tengo para darte- dijo el Mago- pero advirtió que ya había muerto. Sin embargo sintió en el corazón que el rey crucificado le respondía:
-Yo no quería tus joyas, quería el pan con el que me saciaste, tus manos que me curaron...
-¡Oh, no, Señor, nunca te di de comer, ni te curé!- le interrumpió el Mago- no te conocía.
-Artabán-volvió a decir la voz-, cada vez que lo hiciste con uno de esos pequeños, conmigo lo hiciste, por eso tardaste... yo quería el don de tu vida y me la acabas de dar...

Anónimo

lunes, 2 de enero de 2012

Nunca me olvidaré

Nunca me olvidaré de mi madre;
por lo general estaba muy ocupada durante todo el día
pero al atardecer se daba prisa en terminar sus
quehaceres para recibir a mi padre.
Por aquel entonces nosotros no lo entendíamos,
y solíamos sonreír,
e incluso gastarle alguna broma.
Ahora no puedo dejar de recordar esa gran delicadeza
que ella mostraba con él.
Ocurriera lo que ocurriese,
siempre estaba preparada para recibirlo con una
sonrisa en los labios.
Ahora no tenemos tiempo,
los padres y las madres están tan ocupados
que cuando llegan sus hijos a casa,
no los reciben con amor, ni con una sonrisa.
Si ayudamos a nuestros hijos a ser lo que
deberían ser hoy y aquí,
entonces cuando llegue el día de mañana,
tendrán el valor suficiente
para hacerle frente con mayor amor.
Dado que el amor comienza en casa,
creo que desde el principio
debemos enseñar a nuestros hijos a amarse entre sí.
Eso, sólo lo pueden aprender de sus padres,
cuando ven el amor que se tienen entre ellos.
Creo que eso fortalecerá a nuestros hijos
para que en el futuro puedan dar ese amor a los demás.