sábado, 30 de enero de 2010

El hombre y la mujer...

El hombre es la más elevada de las criaturas; la mujer es el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer, un altar. El trono exalta; el altar santifica.
El hombre es el cerebro; la mujer el corazón. El cerebro fabrica la luz; el corazón produce el amor. La luz fecunda; el amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas. La razón convence; las lágrimas conmueven
El hombre es capaz de todos los heroísmos; la mujer, de todos los martirios. El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza.
El hombre tiene la supremacía; la mujer, la preferencia. La supremacía significa la fuerza; la preferencia representa el derecho.
El hombre es un genio; la mujer, un ángel. El genio es inmensurable; el ángel, indefinible.
La aspiración del hombre es la suprema gloria; la aspiración de la mujer es la virtud extrema. La gloria hace todo lo grande; la virtud hace todo lo divino.
El hombre es un código; la mujer, un evangelio. El código corrige; el evangelio perfecciona.
El hombre piensa; la mujer sueña. Pensar es tener en el cráneo una larva; soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano; la mujer es un lago. El océano tiene la perla que adorna; el lago, la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela; la mujer el ruiseñor que canta. Volar es dominar el espacio. Cantar es conquitar el alma.
El hombre es un templo; la mujer es el sagrario. Ante el templo nos descubrimos; ante el sagrario nos arrodillamos.
En fin: el hombre está colocado donde termina la tierra; la mujer donde comienza el cielo.


Víctor Hugo

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